La crisis climática está directamente relacionada con las actividades humanas y no es simplemente el resultado de la evolución de los patrones naturales. Por ejemplo, las personas y los ecosistemas han sufrido la contaminación del agua, la tierra y el aire, producidas por las actividades industriales, las prácticas agrícolas, la erosión del suelo y la desertificación.
 

Pese a que la crisis climática nos impacta a todos, las personas en situación de vulnerabilidad la experimentan en mayor medida, y es entonces cuando se da la llamada injusticia climática. Gran parte de la carga del consumo insostenible, recae de forma desproporcionada en las personas más vulnerables del mundo, que, en general, tienen los patrones de consumo más pequeños. Además, las personas más vulnerables, reciben menos beneficios de los recursos naturales. Este conjunto de patrones contribuye a la crisis climática, creando un problema de justicia global para las personas y el planeta, lo que conocemos como injusticia climática.

En nuestra profesión, es importante que encontremos maneras de conectar con los otros para construir en solidaridad, compartir hallazgos, ideas y recursos de investigación y trabajar juntos en soluciones colaborativas a los problemas que tenemos la responsabilidad de abordar como profesión.

Por eso, la FITS propone educar y educarnos para ser conscientes de ese impacto individual que contribuye a las injusticias climáticas, que afecta al planeta y a las personas que buscamos ayudar con nuestros servicios como profesión. Además, promueve que los profesionales del Trabajo Social, apoyemos proyectos que creen un cambio positivo, que impacte directamente en las comunidades que se enfrentan a injusticias climáticas. Por todo ello, el programas de justicia climática de la FITS es una forma de “ser el cambio que queremos ver en el mundo”.